Desde chico supe que iba a tener una enfermedad que se iba a descubrir en mi onda:“El mal de Nacho”. Pero no fui yo quien tuvo Lepra Nerviosa.
Si fui yo quien descubrió a Gerard Mendoza. Su verdadero nombre era Gerardo Mendoza y como se podrán imaginar hace un par de años en la industria de la música nos acostumbramos a ponerles nombre a los artistas poco elaborados y en ocasiones de mal gusto como el de Lucho Portuano un cantante de boleros italiano de los años 90.
Si bien el Blues fue un género un tanto resistido en cuanto a ventas discográficas en Argentina hasta los años 90 en donde hubo un auge de esa música, lo que paso con Mendoza fue algo inaudito.
Solo grabó un EP de dos canciones y se hizo millonario, millonario, millonario onda…”Me llevo el papel higiénico de doble hoja” nada de andar arrugando una hoja de un diario ni nada de eso. Dicha fortuna la están gastando al día de hoy sus hijos y nietos.
Its Only Shampoo and Blues (Lado A) y El mundo es tuyo Baby (lado B) fueron las canciones que hicieron pasar a la posteridad al bueno de Gerard Mendoza.
¡Mentira! En realidad no pasó a la posteridad por su música. La música estaba bien pero lo que llamaba la atención era su rara enfermedad .
El era guitarrista y armonicista virtuoso con mucha técnica y pasión pero lo que mas le conmovía al publico era su extraña enfermedad llamada Lepra Nerviosa (yo le hubiese puesto el Mal de Mendoza). Esta es una extraña dolencia mediante la cual cuando Gerard comenzaba a ponerse nervioso y a estresarse muchas partes del cuerpo comenzaban a pudrirse rápidamente y se le caían…Un asco.
Cada vez que tocaba en vivo era un evento único verlo. Por allá se le desprendía la oreja izquierda, se le caía un parpado, el ojo derecho etc. El espectáculo era dantesco, hay que admitirlo, pero el tipo llenaba los lugares en donde se presentaba.
La primera vez que le ocurrió esto delante de mí fue en una prueba que le hice en mi oficina. Le concedí una audición en la discográfica para que me cantara dos canciones. Obviamente me gustó su lado artístico pero lo que me conmovió mas fue su costado de fenómeno de circo, tenía un magnetismo morboso que lo hacía irresistible.
Comenzó la audición planteándome su problema y lejos de verlo como obstáculo supe sacarle provecho comercial exponiéndolo en la TV y poniéndolo nervioso antes de salir a tocar para lograr el desprendimiento de sus extremidades.
Lo que era aun más extraño es que, independientemente de que las partes se cayeran al suelo estas seguían respondiendo a los estímulos y a las órdenes de su cerebro, como si la cabeza le mandara las órdenes por Bluetooth o algo así. ¡Era extraordinario! Si se le desprendía un pie, este seguía marcando el tempo.
Ese hombre sí que sabia entretener a la gente, cuando se le caía una oreja se la tiraba al público y la gente estallaba en una mezcla de sorpresa y terror. En una ocasión se le cayó la nariz y alguien del público la uso como cenicero (cosa que le generaría varias molestias por quemaduras internas) otros se sacaban selfies con el brazo derecho de Gerard. El tipo era un Showman supo hacer de su debilidad una ventaja y nos llenamos de guita gracias a él. En una ocasión una mesa de un bar se lleno de mujeres que estaban festejando una despedida de soltero, se llevaron la pierna derecha y la devolvieron una semana más tarde, llena de moretones, rasguños, marcas de lápiz labial y varios tatuajes.
Lo curioso de la Lepra Nerviosa era que una vez que juntábamos por todos los rincones del salón en donde habían quedado las extremidades y otras partes del cuerpo de Gerard, las pegábamos con cera caliente de vela y quedaba como nuevo (era un asco, si) pero quedaba fenómeno.
Su carrera duró poco y todo terminó cuando comenzábamos la gira por España, ya se había corrido la voz sobre este músico único en el mundo y estaban todas las entradas agotadas del “Fenómeno Blues Tour”. El debía subir en Ezeiza y bajar en Barcelona un par de horas más tarde en donde yo lo estaba esperando para llegar al hotel. ¡Yo la cagué! fue mi culpa.
No sabía pero Mendoza tenía miedo a volar. Subió en Ezeiza entero pero a España llegó solo la cabeza.
Nunca se supo que paso con el resto del cuerpo, lo charle con el (o con lo que quedaba de él) hablamos con la aerolínea “¿No vieron un torso con sus extremidades que se le desprendieron a mi amigo?” Pero nadie nos quiso creer y nadie había visto nada. Después de un tiempo la cabeza de Gerard se desconecto y no sirvió más. Ahora la tengo como portalápices en mi oficina, pero ya está empezando a largar olor y me parece que la voy a tirar a la basura.