¿Quién acababa de fumar y recibió un llamado diciendo que se murió su abuelo convirtiendo toda la realidad en una pesadilla surrealista sin saber cómo reaccionar, ni que decir? El teléfono sonó diecinueve minutos más o menos hasta que atendí.
– Murió tu abuelo- dijo mi mamá compungida-.
– ¿Recién? ¿No había muerto en el campo atorado con una pelusa, lo metimos en una bolsa y lo tiramos en un descampado?- pregunté absorto-.
– Ese era el gato de tu hermana.
– ¿Yo me puse al traje al pedo ese día?
– Sí, pero te quedaba lindo, ahora murió enserio. Te espero en media hora, lo velan en lo de Gutiérrez.
Y acá me ven, en lo de Gutiérrez con saco y corbata viendo horrorizado y con muchísimo miedo a señoras que se ponen un pañuelo en la cara para llorar, muchos perfumes empalagosos, pliegues y pliegues de piel arrugada se saludan entre ellas y se dan el pésame yo las miro sin saber que decir. Aun recuerdo sus últimas palabras hacia mí.
– “Por gente como vos que se cree artista, este país se va a la mierda. Necesitamos mano dura…etc. etc”
Según las malas lenguas el viejo luego de retirarse de la policía se volvió medio mafioso (como si estar en la policía le impidiera dicha tarea) estaba metido con unos piratas del asfalto. Cuando éramos unos niños nos pagaban a mi primo y a mí unos pesos para hacer desaparecer unos revólveres, casquillos de bala, documentación de alguno. Esos eran los momentos familiares más preciados por mí. Una tarde de verano jugábamos mi primo y yo a una guerra con bombitas de agua cuando escuchamos que detrás de un árbol alguien nos llamaba.
– Chicos- dijo alguien a los gritos- euuu…- insistió- ¡Pelotudos de mierda! Acá detrás del árbol- dijo ya con su tono amoroso de abuelo-.
Era el abuelo que tirado detrás de un hermoso sauce llorón. Estaba con mucha cara de dolor y tapándose el hombro derecho con la mano izquierda.
– $50 al que me saca la bala del hombro-.
No tenía miedo a que le tocáramos un nervio, ni a que le hiciéramos doler, solo era meter una navaja, sacar una bala después tirarla en un basurero e ir a gastar al quiosco nuestra recompensa. Teníamos una relación así como la que tenía Heidi con su abuelito, aunque es muy probable que al abuelito de Heidi no lo hayan baleado en un descampado de Gerli.
Ahora entiendo que estar drogado no es la mejor opción para ir a un velorio, sé que mi estado pasa desapercibido, disimulado, disfrazado por la conmoción general ya que tengo los ojos rojos y la cara hinchada pero igual tengo miedo, no sé qué decir, viene muchísima gente a saludarme y a contarme “tu abuelo era esto” “Tu abuelo era aquello” y yo balbuceo frases que creo que se escuchan como palabras sentidas. No me quiero acercar mucho al cajón porque tengo miedo de caerme adentro o de que el viejo sufra de catalepsia y que de un momento a otro se levante. Me puedo llegar a morir se los juro. Por suerte en ese mar de gente colorida y compungida vi el rostro salvador de mi primo, o eso pensé hasta que le vi los ojos desorbitados y caminar agachado como quien tiene un piano en su espalda.
– ¿Qué mierda te pasa a vos? ¿No me digas que estas de porro vos también? Uno de los dos tiene que estar careta.
– No, porro no- dijo mirando con los ojos inyectados en sangre y mirando para todos lados-.
– Ah bueno boludo, me asustaste.
– Hongos
– ¿Qué?
– Me metí un par de hongos peruanos justo después me llamo tu vieja para avisarme que murió el abuelo.
– ¿Qué tan drogado estas?
– ¿Del cajón del abuelo están saliendo pochoclos recién hechos?
– Definitivamente no.
– Mucho, muy drogado.
– Toma tengo papel glasé dorado- dije con mucha seguridad ¿Qué hacía con papel glasé en el bolsillo? Pensé en ese momento-. Quedate en ese rincón mirando esto y procura no salir corriendo.
A veces tengo un instinto paternal que sinceramente no sé de donde sale. La cuestión es que me pinta proteger a las personas que tengo al lado.
De repente se sintió un grito desde la puerta de la funeraria, mire hacia la puerta y vi quien era el que estaba haciendo semejante escándalo. Mi abogado.
– ¡¡¡¡No me toquen, no se acerquen, tengo lepra y de la lepra mas contagiosa de todas!!!- gritaba desaforado- tengo lepra contagiosa.
– Salí al cruce inmediatamente antes de que se pusiera peor la situación.
– ¿Qué te pasa a vos?- dije sorprendido-.
– Cocaína y éxtasis- exclamo cortante-.
– ¿Justo hoy?
– Si termine de tomar y….
– Si ya se, sonó el teléfono.
– Sí, pero espera, espera, espera, espera, espera- dijo esas cinco veces moviendo la mano derecha para atrás y para adelante con un ritmo casi hipnótico-. Toma este sobre, acá esta el testamento de tu abuelo, yo te lo di ¿vos te acordas que te o di no?
– Sí, me lo estás dando ahora.
– Joya ¡¡¡¡¡¡¡¿Aléjense que tengo lepra!!!!!!!- dijo alejándose en medio de una muchedumbre sorprendida-. El testamento en forma de carta era cortito.
Queridos nietos, si escribí nietos, es para ustedes dos, pelotudos. No tengo dinero, solo les puedo dejar una dirección.
TAGLIAFERRI 245 LUIS GUILLON
Es una casa abandonada adentro hay solamente una heladera Siam, de esas que congelaban todo lo que le ponías, una belleza, heladera, congelador un motor que ronronea como si fuera un gatito. Adentro esta el cuerpo de mi ex socio. Según mis cálculos ya lleva ahí seis días de muerto. Se los dejo, hagan lo que puedan. Esta vez me agarraron sin un mango, pero la próxima les tiro unos pesos. Con cariño
El abuelo
Pd: Si logran sacar el cuerpo, la heladera queda para ustedes, es una hermosura.
– ¿Qué es eso?- pregunto desde el rincón mi primo como presintiendo algo-.
– El testamento.
– ¿Ligamos algo?
– Una heladera Siam.
– Uhhh esas te congelan todo lo que ponga… Viejo tacaño de mierda.