Tengo cierta nostalgia por la pirotecnia de mi época. Algunos tienen nostalgia de los valores de antes, otros añoran los amores perdidos. A mí me da nostalgia la pirotecnia y el uso que le dábamos en las fiestas.
Los pibes de hoy la tienen toda servida ¿o me vas a decir que no? Prenden un globo y mandan al cielo un deseo de paz con unos frutos secos y todas esas mierdas yo me pregunto ¿Dónde está la emoción? las bombas explosivas de colores, petardos multicolores, las famosas «tortas explosivas» que cuestan un medio aguinaldo de un empleado de comercio y te da 45 minutos de entretenimiento con fuegos lanzados al aire.
Ahora existen una cantidad inescrupulosa de organismos de control de fuegos artificiales, cada petardo de mierda pasa por millones de controles, lo prueban nerds en habitaciones vacías para chequear el sonido, la explosión, el olor a la pólvora y así catalogarlo como «moderadamente peligroso» etc. ¡Dale hijo de puta! Son fuegos artificiales.
En mi época no había una «cámara de productores de fuegos artificiales» ¡No señor! Los hacia cualquier hijo de vecino desocupado en su casa con pólvora que afanaban por ahí y con un papel de mierda, prendías un triangulito y te reventaba tres dedos, le ponían una mecha corta para ahorrar en costo y no llegabas a prenderla que te volaba la mano y nada de andar preocupando a los familiares con esa gilada de ir un 25 de diciembre a la guardia de un hospital arruinándole la navidad a los parientes, nada de eso si uno se volaban los dedos tenía que bancársela y se la bancaba como los mejores para poder seguir jugando, después se buscaban entre los pastos las partes amputadas por las explosiones y se operaban al día siguiente.
¿Y las cañitas voladoras? Esas si eran un lujo tenían una autonomía de vuelo de un metro y medio aproximadamente, no te alcanzabas a ir que te explotaba en la cara.
Yo tengo media cara paralizada algunos me preguntan si fue por un derrame cerebral o la presión… ¡No muchachos! Año nuevo del 96.
El estruendo que dejaba sordo a cuanto humano y animal se asomara a menos de 15 metros de un mortero, el olor a pólvora que era más peligroso que ser fumador pasivo. Aspirabas un poquito de pólvora y te sacabas un numerito para la lotería del cáncer de pulmón.
Los talleres clandestinos de pirotecnia que reventaban por el calor que hacía en esos lugares de almacenamientos (llámese garaje de casa de familia).
Mi abuelo que después del brindis se agarraba unos pedos como para salir de serenata, sacaba el 38 y tiraba unos tiros al cielo ante los gritos desesperados de todos la familia “vas a matar a alguien deja eso” mi abuelo respondía: “Para algo trabajo doce horas todos los días, si no me doy los gustos en vida ¿cuando me los voy a dar?
¿Precaución? La precaución era Dios, si estabas bien con él quizás tenias un poco de suerte y al finalizar la noche de navidad o año nuevo sin la necesidad de intervención médica ¡Si era más peligroso y asustaba a los animalitos! No lo niego. Pero ver como una cañita voladora mal diseñada se metía como buscapiés en la casa y le reventaba los tobillos a algún cuñado eso ¡no tenia precio!
A veces siento que no encajo en un mundo tan lleno de precauciones y que mis años de gloria ya pasaron.